Por Arturo Bonet Canizares
Posiblemente uno de los asuntos mas debatidos por los científicos en los últimos años es el referente al desarrollo de la Complejidad y sus leyes, que aplican tanto a los procesos científicos como a la filosofía y a la sociología.
Y sucede que ante las dificultades de los científicos para enfrentarse con el estudio de la naturaleza, comenzó desde Descartes un proceso de simplificaciones drásticas que permitieron los impresionantes avances de la ciencia moderna. A ello se le da el nombre de Paradigma de la Simplificación y está constituido por preceptos (Edgar Morin, una referencia actual obligada, identifica hasta 13 de ellos) que no profundizaremos y que se refieren a la universalidad, la cuantificación, la formalización, la racionalidad monológica, el ser y la materia.
Pero el propio desarrollo de la ciencia ha exigido el reconocimiento de un paradigma interno, natural, generado por los propios procesos, que no es impuesto desde el exterior por la filosofía, y se ha identificado como el Paradigma de la Complejidad.
Por tanto, la epistemología de nuestro tiempo consiste en comprender este paradigma aplicable desde la termodinámica a la cibernética y por supuesto, a la sociología.
Toda organización supone un equiilibrio entre la variedad o complejidad del sistema y la redundancia que expresan las estructuras internas mantenedoras de su estabilidad. Demasiada novedad desestabiliza el sistema, demasiada redundancia lo inmoviliza. Es decir, que el desarrollo implica la gradual complejización a costa de la redundancia conservadora. Un proceso es naturalmente estable si resiste dichas graduales variaciones.
En los sistemas sociales el poder político es el subsistema que reproduce la complejidad mediante decisión de alternativas. Cuando esas alternativas son ofrecidas a la sociedad para crear consenso sobre el destino politico, estamos ante una forma de complejidad llamada de racionalidad práctica. Los procesos democráticos son ejemplo de dicha racionalidad práctica.
Hoy las crisis que se agolpan en el mundo son de carácter Sistémico o de Identidad.
Habermas, otra autoridad en sociología, identifica cuatro tipos de crisis :
Crisis Sistémicas : Económicas (desajustes en el papel de la iniciativa personal y el papel del estado) y de Racionalidad (creciente dificultad del sistema administrativo para cumplir los requerimientos de la sociedad y el sistema económico imperante)
Crisis de Identidad: Legitimación (pérdida del sentido de un sistema politico alejado del ciudadano y que este deja de ver como legítimo) y Motivación (imposibilidad de los individuos de satisfacer las necesidades que el propio sistema le produce).
La negación de la inexorabilidad de estas leyes y la imposición del poder sobre la racionalidad práctica ha llevado al sistema imperante en Cuba a una crisis de carácter permanente. El sistema cubano no es estable, es inmóvil.
Todas y cada una de las crisis expuestas son referentes al sistema totalitario cubano. La incapacidad de hacer frente a las novedades requeridas para el desarrollo, filtrando y aceptando solo aquellas limitadas complejidades que no afecten su estructura producen por tanto un inmovilismo permanente que va de la mano con su crisis general.
Solamente los factores externos han sido capaces de sostener un sistema intrinsecamente inmóvil. La ausencia de esos factores externos ocasionará sin duda alguna la total desestabilización de una estructura economicamente irracional, ilegítima y con una ciudadanía sin motivación interna.
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