Por Mamba
La palabra es empatía, que según la RAE es la identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro. Resulta muy difícil para nosotros los cubanos lograrla con los Tiranos, tiranuelos, esbirros y oportunistas que fracasaron con su modelo en la Isla y que a fuerza de no quererlo transformar, retroceden, estancan y sacrifican a generaciones de cubanos en el desarrollo y la inserción de la Isla de Cuba y de su sociedad en el concierto internacional de naciones democráticas y civilizadas.
Sé que es muy difícil lograr esa empatía necesaria para quienes han sufrido el horror de vivir bajo la égida y el control, la tortura física y psicológica de la tiranía, alimentadas con la ceguera inducida de toda una sociedad, consecuencia de la negación y manipulación de la información global, bajo el control totalitario de una dinastía platanera que se resiste a aceptar su fracaso de medio siglo para llevar los destinos de la nación cubana, a la que han conducido con admirable esmero, hacia el Pleistoceno histórico del hemisferio occidental.
Pero la empatía con el régimen que desgobierna nuestro país, es necesaria. Sin empatía es muy difícil hacer pronósticos. Sin empatía es muy fácil equivocarse y sobre todo, es fácil no entender los pasos desesperados de una Tiranía que se ha agotado pero que también, en lo más profundo de su podrida esencia, lo sabe. Su propia existencia a ultranza, es un reconocimiento tácito de su derrota en todos los órdenes.
El entusiasmo de algunos cubanos con los “cambios” que se han producido o que se anuncian, lo digo con tristeza, no me lo han logrado contagiar, en lo concerniente al desarrollo de un proceso ininterrumpido de cambios económicos, políticos y sociales, tan necesarios como tardíos que logre el objetivo ya mencionado de llevar a Cuba, como un todo, al Siglo XXI.
Pero tampoco la falta de esos cambios, me entristece. Si los cubanos lográramos la empatía necesaria para entender a los Tiranos, sabríamos que la palabra CAMBIOS es un acto imposible de pensar y mucho menos de llevar a la práctica para los fósiles políticos de la Guerra fría a quienes, aun el marxismo-leninismo, que alguna vez les sirvió de escudo ideológico tras el cual esconder sus verdadera filosofía fascista, los niega de forma inmisericorde con cada palabra, con cada acción, con cada prestada bocanada de aire que respiran con el costo altamente contaminante para otros seres que pueblan el planeta Tierra y que son, con mucho, menos dañinos que ellos.
¿Qué nos sucede a nosotros los cubanos? ¿Qué esperamos de los Tiranos? ¿Que se rindan? ¿Que sean los promotores de “cambios” desde el poder? Ellos saben que cualquier cambio, cualquier cambio económico o social, para no mencionar el político, lleva intrínseco la propia destrucción sistémica de un régimen que han construido sobre la base del totalitarismo más absolutista; pero no los subestimemos, también saben y están absolutamente seguros de que mover cualquier naipe de ese andamiaje muy bien elaborado para mantener el poder, conllevaría su derrumbe total, tal y como sucedió en la Union Soviética, cuyo proceso de desintegración han estudiado al detalle para no repetirlo. Lo que el régimen de la isla ha tenido y aún tiene de liberticida, le falta de suicida.
Eso lo entienden todos quienes logran una cierta empatía con el régimen tiránico que desgobierna Cuba. El cual sabe que de producirse cualquier cambio sistémico en la isla, le será exigida la debida responsabilidad criminal por sus numerosos actos criminales, algunos de ellos, de lesa humanidad. La falta de cambios en Cuba y la imposibilidad de promoverlos desde el poder, más que un acto de negación, es el instinto natural y humano de conservación de la Tiranía, que causa ese inmovilismo que contemplamos y donde queremos leer en cada palabra de la Dictadura la señal de algún cambio, que no viene ni vendrá nunca de su parte, tal y como recientemente sucediera con el tema migratorio y las tenues, puntuales, controladas e insuficientes reformas económicas internas.
El injustificado entusiasmo de algunos por los microcréditos tropicales les impide ver que el sistema crediticio, bancario y más que todo, judicial donde se dan, es un escenario que nada tiene que ver con el sistema Indio, diseñado para una economía de mercado y donde Muhammad Yunus logró fundar y desarrollar exitosamente el Grameen Bank y sus microcréditos que le hicieron acreedor del Premio Nobel.
Aunque la mayoría de los cubanos conocemos al economista Arturo López-Levy, pocos logran asombrarse y admirar su esfuerzo para desarrollar su teoría conciliatoria con el régimen de La Habana. Arturo López-Levy, conocido antes como Arturo López-Calleja (no es que su antiguo apellido lo inhabilite), pero es muy sospechoso que, valientemente, hay que reconocerlo, haya llegado a desarrollar en el ambiente académico una teoría muy cercana a la teoría de la convergencia que logró desarrollar Zbigniew Brzezinski.
Para López-Levy o López-Callejas, las “reformas” que mencionábamos llevarán al cambio como un “proceso natural” y no traumático, donde el desgobierno comunista adoptará algo así como una social-democracia bananera que conducirá “naturalmente” a la reconversión de la economía isleña en una economía capitalista altamente competitiva. Es apreciable el intento de López-Levy de conciliar en el ambiente académico norteamericano a dos tendencias, quienes lo niegan TODO y los que TODO lo aceptan. Como se diría en inglés, “good try, Mr. López” . Pero no convence, aunque el producto provenga de una Universidad de Denver, Colorado. No logra vender muy bien el producto, allá quienes quieran comprarlo, perderán su inversión.
Quienes están convencidos de que el levantamiento del embargo, el reconocimiento de hecho y de derecho en la arena internacional al régimen de La Habana por parte de Washington, que lo legitime definitivamente “contra legem”, y que lleva implícito en solo su abrogación, la suspensión unilateral de todas las sanciones impuestas al régimen (que no es a Cuba) es la solución al problema cubano, compraron muy gustosamente lo que QUERÍAN VER, con la decepción posterior de no haber recibido la dádiva que el poder absolutista del régimen, según ellos, estaba obligado a dar a sus súbditos. La dádiva migratoria nunca llegó ni llegará. Tanto intelectuales como cubanos de a pie no deben esperar NADA que signifique o se interprete por la tiranía, como un gesto suicida.
El Miedo los paraliza. El Miedo que paraliza está muy bien sintetizado en esas palabras de Raúl Castro que resumen y representan lo que piensa: una generación fracasada, desmoralizada y acorralada por su propia ineficiencia.
Redacción y corrección: Diana
La palabra es empatía, que según la RAE es la identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro. Resulta muy difícil para nosotros los cubanos lograrla con los Tiranos, tiranuelos, esbirros y oportunistas que fracasaron con su modelo en la Isla y que a fuerza de no quererlo transformar, retroceden, estancan y sacrifican a generaciones de cubanos en el desarrollo y la inserción de la Isla de Cuba y de su sociedad en el concierto internacional de naciones democráticas y civilizadas.
Sé que es muy difícil lograr esa empatía necesaria para quienes han sufrido el horror de vivir bajo la égida y el control, la tortura física y psicológica de la tiranía, alimentadas con la ceguera inducida de toda una sociedad, consecuencia de la negación y manipulación de la información global, bajo el control totalitario de una dinastía platanera que se resiste a aceptar su fracaso de medio siglo para llevar los destinos de la nación cubana, a la que han conducido con admirable esmero, hacia el Pleistoceno histórico del hemisferio occidental.
Pero la empatía con el régimen que desgobierna nuestro país, es necesaria. Sin empatía es muy difícil hacer pronósticos. Sin empatía es muy fácil equivocarse y sobre todo, es fácil no entender los pasos desesperados de una Tiranía que se ha agotado pero que también, en lo más profundo de su podrida esencia, lo sabe. Su propia existencia a ultranza, es un reconocimiento tácito de su derrota en todos los órdenes.
El entusiasmo de algunos cubanos con los “cambios” que se han producido o que se anuncian, lo digo con tristeza, no me lo han logrado contagiar, en lo concerniente al desarrollo de un proceso ininterrumpido de cambios económicos, políticos y sociales, tan necesarios como tardíos que logre el objetivo ya mencionado de llevar a Cuba, como un todo, al Siglo XXI.
Pero tampoco la falta de esos cambios, me entristece. Si los cubanos lográramos la empatía necesaria para entender a los Tiranos, sabríamos que la palabra CAMBIOS es un acto imposible de pensar y mucho menos de llevar a la práctica para los fósiles políticos de la Guerra fría a quienes, aun el marxismo-leninismo, que alguna vez les sirvió de escudo ideológico tras el cual esconder sus verdadera filosofía fascista, los niega de forma inmisericorde con cada palabra, con cada acción, con cada prestada bocanada de aire que respiran con el costo altamente contaminante para otros seres que pueblan el planeta Tierra y que son, con mucho, menos dañinos que ellos.
¿Qué nos sucede a nosotros los cubanos? ¿Qué esperamos de los Tiranos? ¿Que se rindan? ¿Que sean los promotores de “cambios” desde el poder? Ellos saben que cualquier cambio, cualquier cambio económico o social, para no mencionar el político, lleva intrínseco la propia destrucción sistémica de un régimen que han construido sobre la base del totalitarismo más absolutista; pero no los subestimemos, también saben y están absolutamente seguros de que mover cualquier naipe de ese andamiaje muy bien elaborado para mantener el poder, conllevaría su derrumbe total, tal y como sucedió en la Union Soviética, cuyo proceso de desintegración han estudiado al detalle para no repetirlo. Lo que el régimen de la isla ha tenido y aún tiene de liberticida, le falta de suicida.
Eso lo entienden todos quienes logran una cierta empatía con el régimen tiránico que desgobierna Cuba. El cual sabe que de producirse cualquier cambio sistémico en la isla, le será exigida la debida responsabilidad criminal por sus numerosos actos criminales, algunos de ellos, de lesa humanidad. La falta de cambios en Cuba y la imposibilidad de promoverlos desde el poder, más que un acto de negación, es el instinto natural y humano de conservación de la Tiranía, que causa ese inmovilismo que contemplamos y donde queremos leer en cada palabra de la Dictadura la señal de algún cambio, que no viene ni vendrá nunca de su parte, tal y como recientemente sucediera con el tema migratorio y las tenues, puntuales, controladas e insuficientes reformas económicas internas.
El injustificado entusiasmo de algunos por los microcréditos tropicales les impide ver que el sistema crediticio, bancario y más que todo, judicial donde se dan, es un escenario que nada tiene que ver con el sistema Indio, diseñado para una economía de mercado y donde Muhammad Yunus logró fundar y desarrollar exitosamente el Grameen Bank y sus microcréditos que le hicieron acreedor del Premio Nobel.
Aunque la mayoría de los cubanos conocemos al economista Arturo López-Levy, pocos logran asombrarse y admirar su esfuerzo para desarrollar su teoría conciliatoria con el régimen de La Habana. Arturo López-Levy, conocido antes como Arturo López-Calleja (no es que su antiguo apellido lo inhabilite), pero es muy sospechoso que, valientemente, hay que reconocerlo, haya llegado a desarrollar en el ambiente académico una teoría muy cercana a la teoría de la convergencia que logró desarrollar Zbigniew Brzezinski.
Para López-Levy o López-Callejas, las “reformas” que mencionábamos llevarán al cambio como un “proceso natural” y no traumático, donde el desgobierno comunista adoptará algo así como una social-democracia bananera que conducirá “naturalmente” a la reconversión de la economía isleña en una economía capitalista altamente competitiva. Es apreciable el intento de López-Levy de conciliar en el ambiente académico norteamericano a dos tendencias, quienes lo niegan TODO y los que TODO lo aceptan. Como se diría en inglés, “good try, Mr. López” . Pero no convence, aunque el producto provenga de una Universidad de Denver, Colorado. No logra vender muy bien el producto, allá quienes quieran comprarlo, perderán su inversión.
Quienes están convencidos de que el levantamiento del embargo, el reconocimiento de hecho y de derecho en la arena internacional al régimen de La Habana por parte de Washington, que lo legitime definitivamente “contra legem”, y que lleva implícito en solo su abrogación, la suspensión unilateral de todas las sanciones impuestas al régimen (que no es a Cuba) es la solución al problema cubano, compraron muy gustosamente lo que QUERÍAN VER, con la decepción posterior de no haber recibido la dádiva que el poder absolutista del régimen, según ellos, estaba obligado a dar a sus súbditos. La dádiva migratoria nunca llegó ni llegará. Tanto intelectuales como cubanos de a pie no deben esperar NADA que signifique o se interprete por la tiranía, como un gesto suicida.
El Miedo los paraliza. El Miedo que paraliza está muy bien sintetizado en esas palabras de Raúl Castro que resumen y representan lo que piensa: una generación fracasada, desmoralizada y acorralada por su propia ineficiencia.
Redacción y corrección: Diana
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