"Nacido en el seno de una familia obrero campesina desde mi más temprana infancia he estado involucrado en las tareas de la revolución, fui pionero a los 6 años de edad…"
"He participado en trabajos voluntarios, guardias cederistas, ingresando en dicha organización a los 14 años de edad…"
"No tengo creencias religiosas…"
Mientras descubríamos la carne rusa con pan de flauta y mantequilla, combinación esta altamente recomendable y que, por más que lo he intentado hurgando en cuanto mercado ruso que me encuentro, no he podido reproducir, pues nunca me parece que la carne es la misma, se escribían líneas como las de arriba, cientos, miles de palabras, de lo que podría ser parte de la biografía de casi cualquier cubano nacido en la revolución; una biografía que se iba adjuntando al expediente académico del niño desde que estaba en la primaria, cuando solo contaba con unos 4 o 5 años de edad y en la medida que este crecía y deseaba aspirar a las oportunidades que ofrecía la sociedad cubana, debía ir dando fe de responder a las expectativas que imponía una educación comunista, de la misma manera que muchos padres se veían obligados a responder a esa misma expectativa para proteger el futuro de sus hijos. De esta forma, si se trataba de una familia desafecta a la revolución, por lo general se entrenaba al niño en las artes de la doble moral y mientras había un discurso para el exterior, otro muy distinto se escuchaba puertas adentro. Esto fue especialmente notable hasta finales de los años 80. La hambruna de los 90 destrozó muchas de estas barreras, en especial porque acabó con la fe revolucionaria de muchos creyentes y se hizo evidente, para casi todo el mundo dentro de Cuba, que caminábamos hacia ningún lugar y lo único que importaba era sobrevivir aunque, para ser exactos, no habíamos hecho otra cosa que intentar sobrevivir, solo que la tenaza del hechizo castro comunista, plagado de mitos y promesas y que servía como especie de soporte moral, romántico, se deshizo por completo en los 90 dejando en su lugar un mundo de pillos, carentes de moral, donde todo vale y aquello de “lo que te den cógelo” fue convertido en consigna nacional para poder “escapar”. Y del escapismo hemos hecho todo un arte, especialmente cuando de escapar del país se trata.
El amor vino en una escuela llamada “La Lenin”, no era fácil entrar en aquella escuela, no solo se trataba de mantener un expediente políticamente impecable sino que había que romperse el cerebro, primero para entrar y después para mantenerse, pues el nivel de exigencia era muy alto. Estudiar en La Lenin no sólo era un símbolo de sometimiento en el orden político sino, y sobre todo, era sinónimo de excelencia y rigor intelectual, algo de lo que se solían sentir orgullosos alumnos y familiares. Pues en La Lenin descubrí mi primer amor, Odalys. No puedo pensar en ella sin evocar los largos pasillos de la escuela, el cine, los salones de estudio y la carretera de circunvalación donde solíamos correr. No fue mi único amor, recuerdo perfectamente a Laura, fue en un trabajo voluntario, en medio de un campo de café, uno de aquellos que parecen no tener fin, al final se veía una ceiba, quedamos en vernos allí, ella era un par de años mayor que yo y se notaba. Así es, perdí la virginidad en un trabajo voluntario. También en La Lenin yo, y casi todo el mundo, se echo a llorar cuando escuchamos, toda la escuela formada, el parte oficial donde se informaba que "los últimos cubanos que resistían en Granada se habían inmolado envueltos en la bandera", cerca de 4000 adolescentes llorando debe haber sido un espectáculo digno de los funerales del “queridísimo líder”, después todo se aclaró con aquello de "use tenis Tortoló”.
Ya debe haber alguno que debe creer que estoy haciendo una apología del castrismo, pero no es lo que intento hacer, solo trato de hacer notar que la vida de cualquier persona tiene muchos matices, por ejemplo para mucha gente una escuela como La Lenin es un símbolo del adoctrinamiento castrista y tienen razón en parte, porque también simboliza alguna de las cosas que arriba refiero y en un plano más personal esta asociada en la vida de los que allí estudiaron no solo a lo peor de la educación comunista: el desarraigo de la familia, la manipulación política, la precocidad y abuso sexual , casos de acoso, e incluso violencia y suicidio entre adolescentes etc. También allí se forjaron amistades para toda la vida, otros descubrieron el amor, adquirieron independencia, y habrá alguno que hasta a salvo de su familia se sentiría!, en ese mismo espacio es posible que muchos hayan empezado a aprender a pensar, a cuestionarse la realidad por primera vez. Quiero decir, que nada es en blanco y negro, pero por desgracia no todo el mundo tiene esa visión de las cosas.
No es raro encontrar en la blogosfera personas que exigen, en especial a los recién salidos de Cuba, una especie de biografía personal para acreditar que se es anticastrista, o a veces solo para ser digno de opinar. Y no es que no sea importante el pasado de la gente pero es ridículo que habiendo nacido la mayoría de la población cubana después del 59 y crecido en un país como el que tenemos, donde todo esta en manos del gobierno, pretender que no se haya tenido que crecer bajo las reglas que esto impone es ignorar una realidad aplastante. Que hubo gente que abrió los ojos muy rápido y estuvo, desde el principio, dispuesta a pagar el precio que fuera necesario por no renunciar a la verdad también es cierto y son esos los que se han encargado de llevar sobre sus hombros la dignidad de muchos, lo curioso es que no suele ser esta la gente que se sienta a enjuiciar el pasado de otros, quizás porque saben mejor que nadie el precio que hay que pagar. Por lo general, en mi experiencia, estos juicios vienen de gente que abandonó el país en los primeros años de la revolución, y aunque sufrió también sus consecuencias y vejaciones, y son victimas, parece les falta la empatía, o quizás la experiencia, para ponerse en los zapatos de los que hemos tenido que mamar de la revolución desde que abrimos los ojos al mundo, quien ha vivido esto sabe lo que cuesta ver desde adentro el verdadero rostro de la dictadura, en especial en años en los que la circulación de la información estaba casi absolutamente controlada dentro de Cuba. Si queremos abrazar una Cuba libre hay que contar con todos, cada cubano exiliado se ha ido de una Cuba distinta y los que están dentro viven en otra, por eso todas las visiones son importantes, lo que debe contar es lo que podemos aportar unos y otros para conseguir esa libertad, se necesita además de una cuota de humildad para aceptar que el más simple de los mortales podría darnos una lección, si carecemos de esa humildad estaremos tirando brazos que desean empujar en nuestra misma dirección y de paso estamos cerrando la puerta a otros.
No quiero con esto que alguien vaya a pensar que estoy justificando la conducta y las acciones de nadie por mucho que pueda entender que son fruto de su historia, creo que todos los adultos tenemos una responsabilidad para con nuestras acciones y, a menos que se este psicótico en el momento de los hechos, tendremos que responder algún día de nuestros actos, algunos lo harán ante la ley, otros frente a sus hijos, y todos ante Dios y la historia.
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